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DECADENCIA DEL CINE CLÁSICO

Antes de hablar de cómo es que la cadena de producción de una potencia tan grande como lo era el Hollywood de los años 40 y 50 comenzara a desaparecer, es conveniente describir y explicar cómo eran exactamente los denominados (y con razón) años dorados de Hollywood.

 

Esta época de oro tuvo una edad de veinte años, el periodo que se comprende entre 1930 y 1950.  Encontraron una fórmula perfecta para producir películas de gran calidad, en un tiempo récord: se trataba de una cadena de producción en donde la sede o fábrica estaba situada en Hollywood, estaba llena de enormes platós perfectamente decorados, de manera que podías pasar de una selva tropical al desierto más cálido del oeste en cuestión de metros.

 

El viejo Hollywood  estaba dominado por las cinco productoras más importantes del momento, las denominadas Cinco Grandes: Metro-Goldwyn-Mayer, Paramount Pictures, Warner Bros, 20th Century Fox y RKO Pictures. Estas productoras tenían contratados todo tipo de empleados necesarios para producir películas: desde el director más aclamado del momento, hasta el último técnico menos importante. Así pues, todo funcionaba mediante contratos de pago, de modo que por mucho prestigio que tuvieses, y por mucho que te pagaran, el control total lo tenían las productoras. Dependías de ellas para poder filmar una película que, si no cumplía con los requisitos impuestos, no se lograba realizar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La cadena de una película debe pasar por varias fases: producción (una compañía escribe, filma y produce una película), distribución (otra compañía difunde y distribuye la película) y, por último, las propias salas de cine (que decidían o no incluir en su cartelera la película). En el viejo Hollywood esto no pasaba: todas estas fases anteriores estaban controladas de un modo dictatorial por un puñado de ancianos bien trajeados denominados “los grandes jefes”. Desde la preproducción hasta la exhibición, todo tenía que pasar por ese “visto bueno”. De esta manera, las grandes estrellas como podían ser John Wayne, Howard Hawks o Cary Grant resultaban ser meros títeres de las grandes productoras que hacían lo que se les decía continuamente. Por eso, la creación de nuevos estilos que se salieran de esquema resultaba imposible.

 

La fórmula perfecta, con el paso de los años, comenzó a envejecer y, junto con ella, las grandes estrellas que le habían dado el éxito en años anteriores. Además, los espectadores comenzaban a cansarse de los universos idealizados que presentaban las películas clásicas. Surgieron nuevos cineastas que les resultaba imposible ofrecer frescura porque no seguían los cánones establecidos y, por ende, eran censurados o despreciados. 

 

Para los años 60, en un intento desesperado de rejuvenecerse, el viejo Hollywood comenzó a producir películas de proezas y epopeyas monumentales como Ben-Hur (1959) o Cleopatra (1963). Estas películas estaban completamente “pasadas de moda” y el estilo se había quedado completamente estancado. Pocas películas tenían éxito, entre ellas, estaba Sonrisas Y Lágrimas (1965).

 

 

Los actores, directores y productores estaban ya demasiado ancianos para poder realizar filmes en condiciones (algunos habían muerto incluso). Así pues, el Viejo Hollywood quedaba ya en segundo plano frente a las nuevas oleadas cinematográficas.

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